Un grupo de bodegueros y viticultores de Rioja Alavesa y Rioja Alta han presentado en Vitoria Subsierra, Debajo de la Sierra, una asociación en la que, unidas por su amor a la tierra, promueven una viticultura sostenible y de calidad, asegurando un futuro próspero para las nuevas generaciones.
La asociación está compuesta por ahora por ocho bodegas que, generación tras generación, han sabido mantener el amor y el legado por la elaboración de vino. Esta unión se basa en valores como el respeto al territorio, la apuesta por bodegas de carácter familiar, el trabajo bien hecho y en la práctica de una viticultura ecológica que protege y realza la biodiversidad mientras se preservan las técnicas tradicionales.
Actualmente con 8 propiedades familiares, 318 hectáreas, 77 referencias de vino y 6 pueblos, la asociación defiende los valores de los pequeños productores, la recuperación del viñedo viejo y fomento de la biodiversidad, participar en el paisaje cultural de la región, asegurando un precio justo para sus productos y promoviendo la sostenibilidad en toda la cadena de valor.
Cada bodega aporta su propia historia y especialización en la elaboración de vinos de alta calidad y contribuye al valor global de esta iniciativa. Así, bodegas como Artuke en Baños de Ebro exploran los suelos en busca de la pureza del terroir, recuperando viñedos abandonados y devolviéndoles la vida. Bodegas Tierra en Labastida, por su parte, encarna el espíritu de los «vignerons» de antaño, y trabaja bajo la filosofía de despertar vocaciones y perpetuar el arte de la vitivinicultura.
Carlos Sánchez, también en Labastida, ofrece producciones limitadas que destacan por la meticulosidad y un enfoque ecológico inquebrantable. Bodegas Loli Casado en Lapuebla de Labarca han encontrado el equilibrio perfecto entre tradición y modernidad, adoptando prácticas sostenibles sin renunciar a los procesos artesanales que dan carácter a sus vinos.
La historia artesanal de cuatro generaciones se vive en Bodegas Teodoro Ruiz Monje de San Vicente de la Sonsierra, mientras que Bodegas Amaren en Samaniego es un homenaje familiar que apuesta por la biodiversidad y cultiva viñedos centenarios. En la misma localidad, Bodegas Ostatu sigue una tradición secular, enfocándose en la viticultura ecológica y con certificación EKo desde 2021, un sello de garantía y calidad en toda su producción. Finalmente, en Viñaspre (Lanciego), Bodegas Tentenublo trabaja con la convicción de revivir la vitivinicultura artesanal, haciendo de cada botella una pieza única de la región.
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