Carmen Pérez Garrigues, CEO Villota
Texto: Natalia Olarte / Redacción
A sus 55 años, esta ingeniera agrónoma se inspira en su bisabuelo y en su padre para incursionar en el mundo del vino. Son más de 9 décadas, los que su familia lleva contemplando la evolución de uno de los parajes emblemáticos de Laserna, la finca San Rafael.
Son cuatro generaciones que han aprendido a respetar un entorno natural único con un mosaico de variedades autóctonas, riqueza varietal y la mínima intervención en el viñedo que definen la identidad de Villota.
– El cambio climático está afectando ya a muchas zonas de cultivo de vino. ¿En qué medida lo ha notado la finca San Rafael y qué se puede hacer para intentar combatirlo en su trabajo?
Los principales efectos de este cambio climático, son la sequía y el riesgo de heladas, tormentas, pedrisco, durante la primavera. (2021 pedrisco, menos mal que fue el 14 de junio y no fue devastador -en viñas cercanas lo fue- y la planta se pudo recuperar para finalmente resultar la mejor añada de VILLOTA, en la que lanzamos los monovarietales de una calidad espectacular.!).
Tenemos una finca muy cálida y hay que estar muy atentos a la maduración, para hacer la vendimia en el momento justo, buscando la madurez alcohólica y fenólica adecuada. ¡Las cosechas de agosto son cada vez más comunes! Lo que significa cosecha temprana.
– ¿En qué estáis trabajando ahora? ¿Alguna nueva referencia para sumar a la familia?
Un nuevo vino que verá la luz en el año 2025. Un paso más en ese reflejo de las viñas más antiguas, nuestras preferidas, buscando la excelencia y la personalidad VILLOTA, por encima de todo. Junto con Jesús Madrazo buscamos reflejar la tipicidad de cada parcela en los vinos que elaboramos.
– Lo cierto es que en tu casa siempre ha habido una estrecha relación con la agricultura y la viña. Seguro que en la familia tienes algún referente que te guía en tu día a día. ¿Cuál es tu primer recuerdo con el vino?
Efectivamente continúo un linaje familiar de proveedores de uva de un viñedo familiar. Mis referentes son mi abuelo y mi padre, que son los que me han transmitido el valor del legado. Hay una experiencia acumulada, conocimientos y vivencias personales, que vale la pena continuar. El desafío es mantener la motivación para poder transferirla a las generaciones futuras. Mis primeros recuerdos con el vino son las comidas familiares, en las que mi abuelo sonreía y me contaba como se hacía el vino.
– Tu viñedo es una joya pero cuando elabora sus vinos, ¿cómo encuentra el balance exacto entre el respeto a la tierra y la intervención?
Buscamos un estilo propio en unos vinos con estructura, profundidad y equilibrio, en el que la fruta tome su protagonismo. Para conseguirlo hay que ser muy meticuloso tanto en el campo como en la bodega.
Ambas cosas van unidas y son fundamentales para poder expresar la personalidad del viñedo. Esto es la diversidad de suelos, ambientes y riqueza varietal.
Los vinos de calidad son el resultado de un trabajo estrecho con las variedades, los sistemas de cultivo y la edad media de la vid. Cultivamos sin herbicidas. Es fundamental patear mucho la viña y hacer un seguimiento de la maduración antes de la vendimia para vendimiar en el momento justo.
El balance se encuentra en la suma de todos los detalles y el seguimiento constante de la evolución del vino a lo largo del tiempo, hasta el embotellado. ¡Trabajo!!!
-¿De cuáles de tus vinos te sientes más orgullosa?
¡De todos!