Una guía ahonda sobre la naturaleza de estas construcciones vinculadas a las labores en la viña y de las que se conservan un número importante en la zona
Fundación Caja Rioja ha editado una publicación sobre los chozos y guardaviñas de Rioja Oriental, promovida por ADR La Rioja Suroriental y la Ruta del Vino Rioja Oriental. Se trata de un documento en el que se ahonda sobre la naturaleza de estas construcciones, su origen, utilidades y otras características como la ubicación, los materiales, la morfología o el tamaño.
Esta publicación, que se puede descargar en la web de la Ruta del Vino Rioja Oriental, defiende la necesidad de poner en valor los chozos y guardaviñas del territorio, así como de mantenerlos, cuidarlos y no dejarlos caer en el olvido, ya que además están enmarcados en el paisaje cultural del vino y el viñedo de La Rioja, que fue declarado Bien de Interés Cultural en 2015. Tras los estudios con los que cuenta la Ruta del Vino Rioja Oriental se registraron un total de 182 chozos y guardaviñas en la zona.
La publicación destaca que, en torno a los trabajos del campo y sus ciclos anuales, se ha articulado la vida de los pueblos, empezando por su economía marcada por la escasa tecnología, su organización social y continuando por el mundo simbólico y la tradición oral. En los últimos años se ha comenzado a valorar este pequeño patrimonio, quizás no tan espectacular como las catedrales, los palacios o los castillos, pero sí de gran interés para interpretar los modos de vida y de trabajo de generaciones anteriores.
Conocemos bajo el nombre de chozos, guardaviñas, chozas, casetas, casillas, etc, explica la guía, a unas construcciones destinadas al uso agrícola y en algunos casos ganadero, que eran utilizadas para dar cobijo al agricultor durante los trabajos en el campo o para poder guardar los aperos de labranza. Su origen se pierde en el tiempo. Son edificaciones, en muchos casos rehechas y reutilizadas a lo largo de los siglos, aunque la mayoría de las que han llegado hasta nuestros días tienen su origen en la segunda mitad del siglo XIX y en la primera del XX. Destaca una característica común a todas ellas y es que se encuentran en las proximidades de los cultivos o, incluso, dentro de ellos.
Buena parte de la función de estas edificaciones populares se encuentra en los viejos modos de producción agropecuaria. La guía recuerda que, en tiempos con malas comunicaciones, en los que el agricultor o el ganadero, como mucho podía disponer de caballerías para desplazarse, tener una caseta o chozo en su finca, garantizaba la salvaguarda ante las inclemencias del tiempo y servía de almacén para los útiles necesarios en las actividades agrícolas de cada estación del año. Estos chozos no se utilizaban como vivienda, pero sí de refugio ante la adversidad.
Son construcciones que encontramos en varios municipios de Rioja Oriental, como muestra la guía que los recoge algunos de los más relevantes distribuidos por valles. Algunos de los chozos que recoge la guía son, por ejemplo, un conjunto formado por siete chozos, cuatro de ellos restaurados, en Quel; el Guardaviñas de la Dehesa (La Unión de los Tres Ejércitos-Clavijo); el Chozo del Cura (El Villar de Arnedo) o Chozo Nabal 2 (Viana)