El mundo del vino a sorbos
Texto: Antonio Egido
Tengo recogido, coleccionado y repasado, como una de mis lecturas preferidas, aquel artículo que en ‘Cinco Días’ hablaba del calentamiento global fechado en el año 2008. De esta forma, se hablaba más de predicciones que actuaciones, o no. Por ello no puedo por menos que recordar parte de este reportaje en el que podía leer que: “El calentamiento del planeta repercutirá en los estilos y en las denominaciones de origen. Hasta la fecha, la temperatura en las zonas vitivinícolas de calidad ha aumentado una media de dos grados centígrados. Este incremento ha mejorado algunas cosechas, pero a la larga el aumento de la temperatura hará que la uva madure en exceso antes de desarrollar toda la complejidad aromática que requiere un buen caldo. De ahí que en regiones frías y húmedas como en Inglaterra ya se estén produciendo vinos de calidad.
Por el contrario, algunas regiones del Mediterráneo no podrán seguir cultivando las mismas uvas. ‘Se optará por variedades más resistentes, veremos nuevos sistemas de conducción y riego, cambiarán las técnicas de vendimia y se introducirán tratamientos y correcciones en bodega’, asegura Pancho Campo, presidente de la Academia del Vino de España.
‘El cambio climático es una realidad que no se puede ocultar’, señala José Manuel Pérez Ovejas, enólogo de Ribera de Duero. Quien mejor lo sabe es el bodeguero Miguel Torres (Penedés), uno de los primeros en anticiparse a lo está por llegar. ‘El secreto de un gran vino está en la tierra y el clima. Pero éste está registrando cambios. La subida de temperaturas y la irregularidad en las lluvias cambiará los vinos españoles’, asegura el vitivinicultor”.
Y efectivamente Miguel Torres está en todas las hemerotecas como un avanzado de las consecuencias que podrían venir, tarde o temprano, por la irresponsabilidad ciudadana -todos y cada uno podemos hacer algo en nuestro entorno para haber contribuido en lo que ya es una realidad- junto al no haber adelantado lo que nos podía venir a la sociedad en general sin ocultar las decisiones que -siempre cortoplacistas- toman los políticos con los objetivos fijados en sus próximas elecciones.
De esta forma, recordamos junto a Miguel Ángel Noceda que entrevistó a Miguel Torres y lo publicó en El País, en 2018, donde el bodeguero hablaba de “generar su propia energía para producir vino y contaminar lo menos posible, por lo que su empresa colocó placas fotovoltaicas y una planta de biomasa y comenzó a autoabastecerse”; “reducir un 30 % sus emisiones de dióxido de carbono”; “la fertilización carbónica, la investigación de microalgas, el carbón vegetal, la instalación de una planta potabilizadora (40 % de agua reutilizable), el almacenamiento del agua de lluvia (38.000 metros cúbicos), la custodia de bosques… la reducción del peso de las botellas y la adaptación a la nueva realidad climática, comprando terrenos a más altura” y, “como punto culminante, está la captación y reutilización del dióxido de carbono”, pero ojo, también implicando “a los proveedores, que han entendido el mensaje, desde los agricultores que venden la materia prima hasta los distribuidores, pasando por los fabricantes de las botellas”.
No es tarde -aunque hayamos perdido mucho tiempo- porque somos optimistas en que nunca es tarde, a pesar de que los calores nos invaden y alteran nuestras vidas -lo que ya es una realidad-, por no indicar que cuando llueve, llueve de verdad y en algunas ocasiones, sobre una zona del territorio muy concreta, lo que la agrava.
El mundo del vino se lo tiene que repensar a marchas forzadas y poner solución a lo que seguramente ha ignorado. El principal problema está, por ahora, en la próxima vendimia a la que tanto agricultores como enólogos, se van a enfrentar… pero salvada la del 2022, ¿estamos preparando/dos para el futuro?