José Ortigüela fundador de Campo Viejo
José Ortigüela muestra la primera botella que se comercializó de Viña Campo Viejo, tras el registro de la marca en julio de 1964. (FOTO: La Prensa del Rioja)

IN MEMORIAM

TEXTO: Javier Pascual

Han pasado muchos años desde que el Ministerio de Agricultura concedió la Medalla al Mérito Agrícola a José Ortigüela por su aportación al desarrollo de la industria vinícola española. “Sin Campo Viejo y otras grandes bodegas, Rioja no sería hoy lo que es, ni tendría el reparto de riqueza que su viñedo proporciona a una importante masa social, aunque este papel de impulso a Rioja quizás nunca se reconocerá suficientemente” me aseguraba José Ortigüela en una de las entrevistas que mantuvimos para la realización de libro ‘Campo Viejo, la revolución del Rioja’. Probablemente no le faltaba razón a quien puso los cimientos de lo que sería el mayor emporio vinícola español del Siglo XX, una figura clave para la vitivinicultura española que fallecía ayer en San Sebastián a los 93 años y que mantuvo siempre una discreta proyección pública.

Nacido en 1926, el mismo año de la creación del Consejo Regulador de Rioja, tenía ya 85 años cuando le entrevisté y seguía transmitiendo la misma pasión y energía vital que llevaba a sus colaboradores a considerarle un trabajador infatigable o “el eléctrico” como le llamaba un bodeguero de Navarra que se tomaba con deportividad que Ortigüela le ‘pisara’ operaciones de compraventa con las cooperativas gracias a su tremendo dinamismo y a una intuición, curtida en la necesidad, que se convirtió en su mejor arma en los negocios. Orgulloso de sus orígenes, José Ortigüela rememoraba con pasión cargada de afecto el negocio de botería de su familia en la pequeña localidad riojana de El Villar de Arnedo, negocio al que la Guerra Civil le obligó a incorporarse con apenas 10 años, dejando la escuela, a la que ya no volvería. Entre pellejos, toneles y cubas de cosechero despertó a la vida con la fuerza y el ingenio que, como principal bagaje formativo, le llevarían con poco más de 16 años a visitar a los almacenistas de vino de la Alhóndiga de Bilbao, que Ortigüela consideraba “la catedral mundial del vino en aquella época”, para darles a probar las muestras de vino que llevaba en una maleta de madera.

Con poco más de 20 años era ya propietario de una bodega en El Villar de Arnedo (‘Vinos Ortigüela’), un almacén en Tolosa y disponía de una bodega alquilada en Jumilla, convirtiéndose en uno de los vinateros que más volumen de vino movía en España. Afincado en San Sebastián, en diciembre de 1963 fundó junto a Juan Alcorta la ‘S.A. VINÍCOLA DEL NORTE SAVIN, ORTIGÜELA, BERISTAIN Y CÍA’, que dio origen a Campo Viejo pocos meses después. Además de ostentar la vicepresidencia desde la constitución de la sociedad, José Ortigüela asumió en 1964 la dirección general de SAVIN, en la que permaneció hasta 1976. Tras sustituir en la presidencia a Juan Alcorta en 1982, estuvo al frente de la compañía hasta 1990, en que el Banco BBV se hizo con la mayoría del capital.

Pioneros de un nuevo concepto empresarial y comercial, en apenas diez años consiguieron que Campo Viejo alcanzara la posición de liderazgo que ha mantenido durante los últimos 40 y desde la que ha contribuido poderosamente a la expansión del consumo de Rioja, convirtiéndose en un motor económico para todo el sector vitivinícola riojano. Las marcas históricas habían dado nombre y prestigio al vino de Rioja, pero sin el impulso comercial dado por las nuevas bodegas para llevar el Rioja a todos los hogares españoles en aquellos años de la aparición de los supermercados, no se hubiera pasado en treinta años de una producción de apenas 100 millones de litros, el 80% vendido a granel, a casi trescientos millones de litros vendidos todos ellos embotellados. Testigo privilegiado y en buena medida protagonista del gran desarrollo experimentado por la D.O. Ca. Rioja en el último tercio del siglo XX, Ortigüela me recordaba que los bodegueros que lideraban el sector del Rioja en los años sesenta veían con recelo su irrupción en escena con tanto empuje y con un proyecto de magnitudes desconocidas hasta esas fechas, que aspiraba a convertirse en adalid de la mejor tradición de Rioja, pero que en aquel momento representaba un auténtico revulsivo en el status quo reinante.

Aunque alejado del negocio desde hacía tantos años, José Ortigüela siempre siguió muy de cerca la evolución de Rioja y mostraba una gran fe en las posibilidades de un modelo de Denominación a cuya transformación contribuyó decisivamente durante los años setenta. “Desde los 15 años he vivido intensamente el desarrollo del mundo del vino, desde el comercio a granel de los comienzos, a la expansión en el mercado nacional e internacional. Y aunque los propios riojanos no se den cuenta del valor que tiene la D.O., el haber controlado al máximo la calidad y que no se exporte vino a granel han sido grandes logros de Rioja y causas de su éxito”, me aseguraba a modo de conclusión. Descanse en paz. Nuestro más sentido pésame para su familia.

 

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