El mundo del vino a sorbos

Como esta semana, la verdad sea dicha, estamos juguetones, hemos decidido solicitar al buscador de nuestro ordenador las palabras ‘agua y vino’ para poder desarrollar una colaboración semanal que resultara, por lo menos, diferente. Y la verdad es que estamos más que contentos del resultado obtenido, porque lo cierto es que Internet no deja nunca de sorprendernos.

 

Texto: Antonio Egido

Así hemos dado con la página ‘mercaba.org’ donde se nos aclara definitivamente de dónde viene el rito de mezclar agua al vino, que seguramente es la primera imagen que ustedes han sentido al leer el título de esta información. Y allí nos dicen que “San Cipriano refutó en un escrito especial tal modo de proceder como contrario a la institución de Cristo. Pero puso de relieve el sentido simbólico de la mezcla de agua. Así como el vino absorbe el agua, así Cristo nos ha absorbido en sí mismo a nosotros y a nuestros pecados. Por esto, cuando el agua cae en el vino, los fieles se unen con El, a quien han seguido por la fe; y esta unión es tan fuerte, que nada la puede deshacer, lo mismo que es imposible separar el agua del vino. San Cipriano saca la consecuencia: «Si alguien no ofrece más que vino, la sangre de Cristo empieza a existir (en el cáliz) sin nosotros; pero cuando no se ofrece más que agua, el pueblo empieza a encontrarse sin Cristo». La frase se vino repitiendo muchas veces durante toda la Edad Media y hasta se añadieron más comentarios religiosos. Al lado de la anterior interpretación aparece ya en tiempos muy remotos una explicación simbólica, que se basa en Jn 19,35. El agua que se mezcla al vino es el agua que salió del costado de Cristo. Con todo, domina el simbolismo de la unión entre Cristo y su Iglesia, que fue reforzado por la interpretación que en el Apocalipsis se da del agua como símbolo de los pueblos. De ahí la ceremonia de la ofrenda del agua por los cantores: los pueblos ofrecen jubilosos el agua, por la que se unen a Cristo. Por esto el agua se bendice, porque los pueblos necesitan de la expiación, mientras que el vino, por regla general, queda sin bendecir. Esta pequeña ceremonia dio pie durante la Edad Media a profundas reflexiones teológicas; la mezcla del agua indica que en la misa no se ofrece sólo Cristo, sino también la Iglesia; pero este sacrificio no se puede realizar sino por un sacerdote que no esté separado de la Iglesia. Fue precisamente por este simbolismo por lo que Lutero calificó de impropia la mezcla del agua, en cuanto expresaba nuestra unión con Cristo, porque para él la obra divina quedaba desvalorizada al poner la participación humana. Eso dio lugar a que el concilio de Trento defendiera expresamente dicha ceremonia, amenazando con la excomunión al que la rechazara”.

Pero también encontramos una página en donde la mezcla de vino y agua se realiza gracias a un juego de los que se denominan “para desarrollar el coco”, y que tiene este planteamiento sencillo (?). Es en ‘psicoactiva.com’ donde nos plantean este problema: Tenemos dos vasos iguales, uno lleno de agua y otro de vino. Cogemos una cucharada llena del vaso de agua, la vertemos en el de vino y mezclamos bien. Ahora cogemos una cucharada del vaso de vino (con el agua mezclada) y la vertemos en el vaso de agua. La pregunta es: ¿Hay más agua en el vaso de vino o hay más vino en el vaso de agua?”.

En lanacion.com.ar’,  Marina Betrame, desarrolla el tema del vino y el agua en la mesa, indicando que “El agua es el elemento más puro que la naturaleza puede ofrecer para aplacar la sed y siempre es bueno consumirla. El vino es una bebida ligada al placer, festejo y encuentro, entre tantas bondades que puede ofrecer.

Ha sido un hábito echarle agua al vino, y lo cierto es que el vino tiene suficiente agua en su composición para desequilibrar su esencia; de todas maneras, el agua siempre tiene un lugar importante en la mesa.

En una degustación gracias a su limpidez, frescura y amabilidad, se recomienda beber agua mineral, entre las muestras de vino presentadas para suavizar las notas marcadas que ofrecen algunas etiquetas.

El beber agua no debería limitarse a aplacar la sed que una cata pueda originar, sino apreciar el potencial que aporta al paladar la naturaleza de su ligereza y suavidad.

Es aconsejable beber al menos la misma cantidad de agua que de vino, aunque idealmente ésta debería superarlo.

El sommelier se ocupa de lograr el mejor maridaje entre platos y bebidas, pero profundizando el concepto, también es para destacar el juego que puede generarse entre el agua y el vino.

Se apunta a que ambos tengan un lugar destacado y nada quede opacado”.

Y es que la experiencia nos indica que el agua y el vino van siempre muy unidos y así deben seguir. Pero antes de finalizar esta información, no les voy a dejar sin dar la solución al problema antes planteado, recuerden, el del agua y el vino.

Aquí está: La cantidad de agua en el vino es la misma que la cantidad de vino en el agua.

Sabemos que las cantidades de líquido que había en cada vaso antes de empezar el problema eran las mismas. Sabemos, también que las cantidades de líquido que hay al final, también es igual ya que la cantidad de líquido traspasado es siempre el mismo.

Ahora bien, está claro que algo de vino quedó en el vaso A (el de agua) y que algo de agua quedó en el vaso V (el de vino). Ese algo de agua que falta en el vaso A, está en V y ese algo de vino que falta en el vaso V, está en A. Si esas cantidades no fueran iguales, eso querría decir que en uno de los dos vasos hay más líquido y eso no puede ser ya que la cantidad de líquido traspasada de uno a otro vaso ha sido la misma. Como las cantidades finales son las mismas, entonces, esto implica que lo que falta de agua en el vaso A es igual a lo que falta de vino en el vaso