Texto: Antonio Egido

Ya es digno de alabar que se editen libros sobre el mundo del vino y además es de aplauso que el proyecto se centre en la Asociación Navarra de Escritores/as-Nafar Idazleen Elkartea (ANE-NIE), para que 34 diferentes escritores, firmen su colaboración conformando un volumen que bajo el título “El alma del vino”, cuentan historias, desarrollan poemas, escriben relatos breves sobre el vino e incluso dan cabida a un ensayo, teniendo todos ellos como telón de fondo la Denominación de Origen Navarra.

En 6 poemas, 27 relatos y 1 ensayo, acompañados con algunas fotografías, la Asociación Navarra de Escritores/as ofrece 175 páginas de lectura en torno al mundo del vino donde cada historia no tiene nada que ver con la anterior ni la posterior, por lo que el lector que se acerque a este volumen –recomendable para saber lo que puede generar una palabra como vino en la mente de un creador literario- no hace falta que tenga una lectura continuada, sino que vaya degustando sus páginas como disfruta de una copa de vino: a sorbos pequeños.

En el prólogo de “El alma del vino”, que lo firma Tomás Yerro, afirma que: “La Asociación Navarra de Escritores/as-Nafar Idazleen Elkartea (ANE-NIE), constituida en 2016, ha querido sumarse a la celebración del “caldo de la felicidad” (Mario J. Les) que “nos aplaca el alma” (Fátima Frutos) y de los vinos navarros en particular, a los que le “falta literatura”, al decir de Miguel Campión”.

Una literatura con la que ya cuentan y que se inicia con el poema “Derramar el alma” de Yolanda Almedia –coincidencia o buscado, lo cierto es que los seis poemas incluidos están firmados por mujeres– que empieza con un bello verso: “Me derramé en silencio sobre los adoquines de un amanecer…” y que termina con el relato histórico “¡Real, Real, Real! de Mikel Zuza y esa barrica con el famoso vino de Cellalanda que se va rellenando y degustando con cada nueva coronación de un rey, hasta… hasta que va a llegar el “usurpador Fernando de Aragón”.

Entre el poema y el relato, vivimos momentos para degustar de una cata teniendo en la cabeza el final de una relación sentimental en “La usencia de Irene en una copa de rosado” de Iñaki Arbilla; un paseo desde el campo a la bodega con no pocos pensamientos sobre el vino y en el recuerdo del padre fallecido, que Bakarne Atxukarro Estomba, presenta como “Un nuevo ciclo”; una mirada al mundo del Alzheimer pero, lo que es la cabeza, donde siguen almacenados las sensaciones del vino, que Carlos Bassas del Rey presenta como “Puentes”; unos sabrosos diálogos “entre un navarro testarudo y un tenaz catalán” y sus visiones sobre el vino en “El retrogusto” desarrollado en cuatro escenas diferente, obra de Miguel Campion; el relato de un encuentro de una pareja tras 5 años de ausencias, que Manuel Catena Gómez nos ofrece como “Las uvas fugitivas”; un relato negro con muertes de dos amigos, firmado por Estela Chocarro en “Sin llegar a los postres”; una fábula entre un lobo y un agricultor de Jon Ander Crespo Ferrer convertido en “Lágrimas de lobo”; la narración de un primer día de trabajo con una historia de temporeros y emigración con recuerdos de Melilla en “Vainilla” de Carlos Erice Azanza; la emigración en Alemania, en una relación –regada con vino– entre un profesor alemán “enamorado de Navarra” y una doctoranda navarra para un “Sábado de Gloria” de Fátima Frutos; un relato de ciencia-ficción donde se bebe un vino de garnacha y tempranillo de 2025 y un cabernet sauvignon de 2017, en “Clara-M47D” de Pernando Gaztelu.

Por su parte Alberto Ibarrola Oyón en “La cantina de Santiago” retoma el relato familiar del hijo que vuelve a casa tras 10 años de ausencia con mujer embaraza y suegra; con Aitor Iragi y “El cielo puede esperar” volvemos a la ciencia ficción, de una persona que tras casi 8 años en coma, vuelve a la vida para encontrarse con un San Fermín 2025 sin toros y algunos cambios más; la normalidad de un bar analizada por una cepa, es el tema de Juan Iribas Sánchez de Boado, en su “De pura cepa”; la leyenda, conocida y repetida en el tiempo, sobre la Guerra de la Independencia y el francés que (¿acabó?) en la cuba dando lugar a “El vino del francés” de Miguel Izu; una mirada al vino degustado en el paisaje, es el mini-relato de Arkaitz León Muela titulado “Fugaz”; y la comparación de una vendimia con el “Holocausto” en un relato que a este lector sobrepasa, si bien la uva acaba siendo vino de crianza, del que es su autor Mario J. Les.

En “Villa Púrpura”, Tadea Lizarbe, narra un muy especial juego de cata de vino con final familiar; el viaje desde Alemania para la búsqueda de una botella de vino, un tesoro deseado, es el asunto de “La última botella de Bodegas Urabain” de Ignacio Lloret; pasamos luego a la violencia doméstica con ayuda benefactora de una vecina, en “Posos” de Carlos Ollo Razquin; volvemos al relato del solitario que “bebe para aliviar el alma” en un presente cargado de ausencias y recuerdos y un futuro que descubre al poeta que se fue, obra de Alejandro Pedregosa, que titula “Tolín, bebedor solitario”; no falta lo más negro del mundo del vino en un fuerte diálogo entre bodeguero y sobrina, que responde al título “De vino y hiel” de Laura Pérez Larraya; de una nueva vuelta al pueblo, a la bodega de la infancia, a los recuerdos, a los encuentros, después de los desencuentros, en torno a una mesa con vino, lo que produce al protagonista “Un secreto revelado” de Begoña Pro Uriarte; tema el de los recuerdos que se repite, en esta ocasión, en torno a un robo de racimos de uva en la infancia, es “Un serio problema” de Javier Rey Bacaicoa; de la reunión de hijos desperdigados, en torno al cuerpo fallecido de su padre y tres botellas de vino como herencia, narra “La herencia” de Susana Rodríguez Lezaun; mientras que Inés Sáenz de Pipaón, desgrana en “¡Deshazte del problema!” la triste historia de Eulogio, cargada de desamor y violación de la chica que trabaja en casa, para terminar esta serie de relatos con el de Idoia Saralegui, titulado “Ni veinte grados”, con aventura viajera desde Sevilla a Pamplona en búsqueda de la firma del autor de un libro y el encuentro a la vuelta a casa de una botella de vino prometida.

Si han llevado la cuenta, me faltan 5 poemas, los firmados por Mª Luz Arbalán Esparza y que queda definido por su título “Un paseo por los viñedos navarros”; el de Inma Biurrun, “Grano de uva”, el más breve de todos; el de Isabel Banco Ollero, “Fue más que suficiente”; el de Isabel Hualde, “El vino y sus efectos rompedores” y el de Silvia Marambio-Catán, “Ariadna en el Señorio de las Sensaciones” que recuerda a personajes clásicos, completando el libro el ensayo del Dr. Emilio Garrido Landívar, “Los sentidos que ‘quitan el sentido’ (¿o lo ponen?) del vino” que trata de los sentidos, define como vino bueno “el que me sabe bueno a mi” y desarrolla parte de las teorías de la “Escuela de Gestalt” y la Psicología de la Percepción.

Un libro en resumen con muchas historias, muchos temas, muchos escenarios, muchos sentimientos y un fin común que es el buscar “El alma del vino” de la Denominación de Origen Navarra. Por la brevedad de los escritos, si alguno nos deja con mal gusto, inmediatamente lo podemos recuperar en las seis siguientes páginas, que es la extensión máxima de los relatos más largos y del que borraría, si el periodista tuviera poder, la palabra caldo referida al vino –yo relaciono esta palabra más con la sopa–, cuando hay sinónimos muchos más literarios como bebida o morapio, así como las más pequeñas imágenes de uvas, vides, hojas, botellas, cubas… que, en algunos casos, se quedan minúsculas para ilustrar un libro tan cargado de literatura.

Enhorabuena a Ediciones Eunate por el atrevimiento de poner en el mercado del libro “El alma del vino” a un precio de 23 euros, del que dicen en su web que es: “un homenaje a Navarra por parte de sus escritores. Un alegato a favor de la tierra y sus frutos, del vino y de la viña, de la literatura que se hace desde un rincón del mundo entre los Pirineos y el río Ebro. En este libro podremos encontrar sentidos poemas, narraciones innovadoras, relatos sobre la Historia del viejo reino, textos que nos hablan de nostalgia, sentimientos, saberes, ficción y realidad que se entrecruzan en el talento de las escritoras y autores participantes en un gran trabajo colectivo. Leyendas, deseos, versos, historias, fantasía, en definitiva, alta Literatura que sale de las mentes, pero, sobre todo, de los corazones de un grupo de escritores que aman profundamente a la Comunidad Foral, y que defienden, recordando a sus antecesores, las Letras Navarras, el alma, y el vino”.